blog" /> Desde el otro lado
lunes, febrero 05, 2007,00:36
Inconexos (I)

No hay luz sin sombra, ni bondad sin maldad primero. Las cosas en su justo punto, las verdades a raíz de las mentiras y las mentiras llenas de las verdades ocultas que nadie está dispuesto a admitir. Ves un viejo y observas la palidez de su rostro, la menudez de sus huesos, su respiración entrecortada... ves un niño y admiras la luz de su rostro, su candor, su inocencia... su futuro, su tiempo, su memoria. No somos más que el todo dentro de la nada. Un poco de luz en la sombra. Gran sombra en la luz de la mañana.

Ruido de pasos se escucha en la noche. ¿Alguien me sigue? Miro atrás pero no veo a nadie... ¿pero acaso he mirado atrás? Los pasos cada vez más rápidos, más ásperos, más altos... y veo a quien los produce y me quedo perplejo y quieto y temblando. Miro al hombre que me sigue, su belleza y su fealdad, su cuerpo y su alma. Nací un día de verano, un día de otoño, de invierno... ¡Qué más da! ¿Acaso importa? Nací, que es mucho, y tan poco que ya no quiere decir nada. Los pasos resuenan en la noche aun cuando estoy quieto, sin moverme. Escucho mis pasos.

El olvido no es fácil, el olvido no existe... tan sólo el desconocimiento, la ausencia de conciencia de los hechos pasados. Nada más. Supongo que me había acomodado demasiado a ti, a tenerte... cuando dejaste de estar levanté la cabeza y me vi perdido. Seguí adelante pero todo había cambiado, ya nada era lo que fue. ¿Acaso alguna vez fue? Recordamos intensamente lo vivido, pero más intensamente aún recordamos lo que no llegamos a vivir, lo que dejamos por falta o exceso de decisión. Nadie me dirá que me equivoqué. Nadie dirá que no hice lo posible. Actúe. Lo hice siguiendo mis pensamientos, bajo las decisiones que aun hoy me parecen en su mayoría correctas, acertadas en el error del tiempo.

Despierto o dormido me sumerjo en pesadillas que se convierten en etéreos sueños de presentes miedos. Uno se puso el velo; otro estaba en aquel túnel conmigo y contigo y con todos aquellos que quisieron venir; y otro lloraba entre mis brazos, entre mis sueños, lloraba con lágrimas, sin lágrimas, con ojos, sin ojos. Lloraba.

¿Me escuchas? ¿Me ves? ¿Me sientes? Te oigo y te veo y te siento, ¿y tú a mí? Tarareo una canción que inventé esta mañana y ahora tú la cantas conmigo, ahora somos uno en el camino.

Jugaban los niños y los viejos en la plaza del pueblo. Quemaron las baldosas, fundieron la fuente, violaron la tierra... Y ya no hay niños, ni viejos, ni juegos. Ahora queda un muro negro de cemento blanco, una indivisible línea del error humano. Una vez vi aquel muro, creo que aún podría llegar a él, acercarme, adelantarme y correr a su lado y hacerme su amigo y pintar con las palmas desnudas de mi mano todos sus lamentos y quejidos.

Voy y vengo. Y tengo la esperanza de volver a ir y de volver a venir tantas veces como quiera. Todas las veces que desee o al menos una más. Recorro todos los caminos en ausencia de carreteras que me lleven donde quiero llegar. Voy y vengo solo y acompañado, con o sin tu presencia y la de ella o la de él.

El calor del verano se cuela por la ventana de mi habitación, se adhiere al aire y a mi piel. El ventilador en marcha gira mecánicamente y eleva mi pelo, mis hojas, mi respiración... La radio y la lámpara están encendidas. La música y la luz se funden en la ventana de mi habitación, con su persiana bajada y su cortina corrida y su ventana entreabierta y el calor de la tarde veraniega colándose por ella.

Estoy cansado, perdido, solo... pero estoy. El crujir de mis huesos me acompaña en este momento, el sonido de los platos al lavarse, el chicle de fresa en tu boca. El dolor en mi cabeza me acompaña como siempre en los momentos de soledad e inspiración. Respiro lentamente. Contengo mi dolor. Y llego hasta la cama, al blando colchón de espuma y algodón que soporta mi cuerpo en las horas de cansancio y amor. Me acuesto, ya no sigue fría y vacía. Descanso sobre el pecho desnudo, sobre el altar femenino... Descansa en mi cabeza, en mis hombros, en mis pies... Descansamos el uno junto, sobre y con el otro. Descansamos.

Creo en la libertad pero no la busco, no la deseo de verdad. Grito a los cuatro vientos que la añoro y el único fin de mi vida es la búsqueda constante de la fugaz estabilidad. Y todos gritan conmigo; aunque hay excepciones, como todo en esta vida. Los que enmudecen no hacen más que confirmar la gran verdad: sólo queremos la libertad mínima para buscar, encontrar y establecernos definitivamente, o al menos de momento, hasta que llegue el instante de volver a comenzar.

(Inconexos (I), José Luis Merino)

Etiquetas: ,

 
Escrito por bydiox
Permalink ¤


4 Comentarios:


  • Escrito a las 5/2/07 16:40, Blogger beyo

    Dicen que no todo está perdido, que si algo acaba es para dejar paso al comienzo de otra cosa nueva...

    Impresionante. Al leer "el olvido no es fácil" justo he pensado que el olvido no existe. Y nada más pensarlo lo he leído.

     
  • Escrito a las 5/2/07 22:32, Blogger bydiox

    Por si acaso, comento desde ya que este texto pertenece a algo que escribí hace algún tiempo. De hecho son 3 partes y las tenía perfectamente terminadas hasta que la gran masacre lo destruyó todo. En cuanto acaben los exámenes me pondré a revisar y pulir la segunda parte y reconstruir la tercera.

    Beyo, me alegra que nuestros 'inconexos' piensen igual ;)

     
  • Escrito a las 6/2/07 21:42, Anonymous Anónimo

    te juro q mañana cuando tenga tiempo y ganas me leo esto y todos los anteriores, que me da mucha rabia no hacerlo postearte y qe tú sí me leas, pero tengo la cabeza en latin. se supone que estoy haciendo latin. asi que solo contestacion: no la perderé, ésta me dura xD

    besos!

     
  • Escrito a las 7/2/07 14:16, Anonymous Anónimo

    :_
    ya lo he leído! ya lo he leído! xd